Ya se sabe: para gustos, los colores. Y en antigüedades, esta variedad se nota en los precios, desde un euro en aplicaciones de segunda mano por cualquier objeto al cuadro más caro pagado en el mercado hasta el momento, el “Salvador Mundi” de Leonardo da Vinci que se vendió por 450 millones de dólares al actual soberano de Arabia Saudi. Los países árabes y sus petrodólares compiten en el mercado en una liga a la que no llega todo el mundo y han tomado el relevo al papel que jugaron en siglos anteriores las cortes europeas. Hoy, igual que entonces, no es cuestión de cultura sino de poder, y ya vemos cómo éste ha cambiado de manos.
Dicen que solo un necio confunde valor y precio, pero todo lo material tiene un precio, y en el mundo de las antigüedades, la pintura es imbatible en ganar records. Ningún objeto decorativo, joya o mueble, lo ha superado.
En el mercado actual, apenas surgen nuevas oportunidades para los grandes pintores universales antiguos, y son los impresionistas y los modernos los que se llevan la palma de oro, seguidos de los contemporáneos, muchos de ellos todavía vivos para disfrutar de su gloria, como David Hockney o Jeff Koons y su famoso conejo vendido en 91 millones de dólares.
El mercado está dominado por los intermediarios Sotheby´s o Christie´s, que controlan la oferta y la demanda e intervienen en todas las transacciones millonarias. Pero los grandes desconocidos de este mercado para el gran público son los expertos que certifican la autenticidad de las obras en venta. Estos expertos llegan a tal grado de especialización que unos pocos concentran todo el poder, a veces sólo una persona en el mundo está cualificada para autentificar a determinado pintor. En fin, un apasionante mundo que mueve millones y en el que las condiciones no son iguales para todos.
No es cultura, es poder.